La vida humana está organizada de tal manera que los
acontecimientos ocurren en época apropiada, cuando no son contrariadas las
leyes naturales en el transcurrir de la existencia.
La violación de esas leyes es la causa frecuente de
perturbaciones y desequilibrios que, alterando el ritmo natural de vida,
acarrean sufrimientos para las personas.
La evolución del espíritu en cuerpo humano requiere tiempo,
trabajo, superación de los obstáculos y desprendimiento. Normalmente, la
desencarnación deberá ocurrir en la vejez. Pero, para que eso acontezca, es
preciso que el ser cuide de la salud física y mental.
El cuerpo humano es como la flor o el fruto: nace, crece,
vigoriza y fenece. Cuando no permite más las condiciones para la evolución del
espíritu se impone, pues, una solución natural que es la descarnación.
La desencarnación es un fenómeno natural en la vida humana
que significa lo opuesto a la encarnación. El espíritu, al romperse los lazos que
lo ligan al cuerpo físico, se aleja con el cuerpo fluídico y, progresivamente
se va desprendiendo de los involucros materiales correspondientes a los campos
de manifestación con los cuales se envolvió en el proceso de la encarnación. Su
retorno al mundo de preparación es hecho en más o menos tiempo y depende del
estado de conciencia en que se desprendió del cuerpo físico.
En la medida que pasa de un campo de manifestación para otro
más sutil, el espíritu retiene las facultades y cualidades que desarrolló en su
vivir en el mundo físico. Así procede, de campo en campo, hasta alcanzar el
mundo de preparación, donde percibe su grado de evolución, factor condicionante
para una nueva jornada evolutiva o determinante de ascensión espiritual.
Muchos espíritus, después de la desencarnación, quedan, por
acción del propio pensamiento, coligados para los acontecimientos de la vida
terrena y permanecen, temporalmente, presos a los campos acordes con su estado
síquico. Algunos, recogidos en sí mismos, agotan anhelos generados en
contingencias de la vida física; otros quedan en estado de perturbación o
enredados en las tramas de la vida de los seres encarnados, influenciándolos y
constituyendo, en su conjunto, lo que se llama astral inferior.
Muchos factores en la Tierra , tales como polución ambiental, cambios
bruscos de temperatura, insalubridad de ciertas regiones, sismos, brotes
epidémicos, abundantes medios de contaminación, vicios de toda especie,
inclusive de drogas, y, aún, la influencia perniciosa de los espíritus del
astral inferior contribuyen para el fallecimiento prematuro de personas. Además
de eso, se debe considerar la existencia de determinados fenómenos sociales
generadores de conflictos, como la inseguridad urbana y las guerras.
La desencarnación prematura significa siempre una interrupción
en la evolución, y un medio de repararlo es la reencarnación. Pero ella no es
de fácil obtención, por ser numerosos los espíritus a reencarnar, ultrapasando
las posibilidades existentes.
De ahí la
necesidad de esperar
Para no perder tiempo, muchos deciden encarnar en medios
desfavorables, dispuestos a enfrentar cualquier dificultad. La constatación de
que otros espíritus, de la misma clase, ascendieron a clase superior, porque se
esforzaron más y supieron aprovechar mejor el tiempo durante la existencia en
la Tierra, no deja de causarles tristeza, no propiamente por esa ascensión,
sino por el hecho de no poderlos acompañar y tener que distanciarse de ellos,
perdiendo el contacto con viejos y queridos amigos, compañeros de largas
jornadas y muchas y muchas encarnaciones.
Ese contacto, mientras tanto – lo saben los espíritus en sus planos – podrá
ser reestablecido. ¿De que manera? La respuesta es simple: si una persona anda
más lento que otra que camina más deprisa, se distancian. Y, si la que va
delante no está dispuesta a reducir los pasos, la que lleva desventaja tendrá
que aumentar los suyos, si quisiere alcanzarla. Pues eso es precisamente lo que
hacen muchos espíritus cuando toman decisión de encarnar, resueltos a enfrentar
las dificultades de la vida terrena, que saben son pasajeras, para enriquecerse
de conocimientos y valores morales que los habiliten a ascender a la clase
evolutiva inmediata. Con ánimo fuerte y redoblado esfuerzo, consiguen recuperar
el tiempo perdido y reaproximarse a los antiguos compañeros.
El espíritu de una determinada clase puede observar lo que
pasa con otros espíritus de su misma clase y de las anteriores, no así con
relación a las clases superiores.
Una vez separado del espíritu, el cuerpo físico se
desintegra, y sus componentes pasan a constituir otras formas de vida.
Es natural el sentimiento de los que quedan, delante de la
ausencia de los que parten. Sentimiento, si, desesperación, no. La tristeza es
comprensible, la mortificación, jamás.
Si la humanidad pudiese comprender que los hechos ocurren
dentro de condiciones naturales, de acuerdo con el estado del alma o sujetos al
desarrollo espiritual de cada ser, no se mortificaría ni se dejaría abatir por
la desesperación y por las amarguras a que constantemente se entrega.
El esclarecimiento de cómo se procesa la evolución es un
gran bien, por ser el medio capaz de llevar a la persona a encarar con
naturalidad la desencarnación, por el reconocimiento de tratarse de un acontecimiento
tan normal en el desarrollo de la vida como la encarnación.
El espíritu desencarnado no pierde contacto con los que aquí
quedaron. A través del pensamiento, no sólo los irradia, como, también, recibe
de ellos vibraciones mentales. Basta que haya sintonía. No obstante, cuando el
que desencarna permanece preso a las influencias terrenas, esas irradiaciones
pueden, con frecuencia, ser perjudiciales al encarnado y revestirse de un
carácter obsesionante.
Parientes y amigos precisan, pues, auxiliar al ente querido
con pensamientos elevados por ocasión del fallecimiento, para que el espíritu
ascienda a su mundo de preparación, donde la vida es sentida realmente, con
plena conciencia de su eternidad, sin las influencias perturbadoras del plano terrestre.
El espíritu constata con alegría al dejar la atmósfera fluídica
de la Tierra, lo que hizo de bueno, y, con tristeza, las acciones reprobables.
Son entonces desnecesarios e inútiles los pedidos a supuestos juzgadores
divinos, para que se compadezcan de las faltas por él cometidas.
Es oportuno también esclarecer que locales donde se hacen
evocaciones a seres desencarnados –como los cementerios, entre otros –
constituyen puntos de atracción del astral inferior, en razón de las corrientes
fluídicas afines formadas por los pensamientos de desaliento de los allí
presentes.
Por eso, cuando alguien tuviere, por ejemplo, la obligación
moral de acompañar a un sepelio debe
desviar el pensamiento de la comunión debilitada y erguirlo sereno, claro,
límpido, conciente al Astral Superior, para que el espíritu pueda ser
encaminado a su plano de evolución, libre de sus ligazones con la materia y de
las influencias originarias de las emociones inferiores existentes en el
planeta.
Ningún espíritu encarna teniendo como punto de partida el
astral inferior. Él obligatoriamente pasa para el mundo correspondiente a su
clase, y, solamente de su mundo, podrá venir a re-encarnar.
No es sin decepción y sufrimiento que muchos espíritus ven caer
el castillo de fantasías que construyeron en la mente con el material ofrecido
por el misticismo que aún predomina. Tan grande es el apego a esas ilusiones
que ni mismo en estado de semi conciencia espiritual son capaces de raciocinar,
para tener el esclarecimiento que tantos beneficios les proporcionaría.
En tal estado – y porque el cuerpo fluídico les da la
impresión del cuerpo físico – los espíritus quedan vagando por la atmósfera
fluídica de la Tierra
y se disgustan con la falta de atención de las personas que no perciben su
presencia. Así, se perturban, pierden la noción de su estado y quedan en una
situación de completa perplejidad. Con el correr del tiempo, se van
familiarizando con el ambiente y estableciendo conocimiento con otros
espíritus, en idéntica situación.
Al penetrar en el astral inferior, los espíritus observan el
cuadro de la vida material terrena como siempre lo conocieran. Expresándose
como los demás desencarnados, por la acción del pensamiento, como si estuviesen
hablando, pueden oír el mismo timbre del sonido que les da la idea de ser de la
propia voz. Ese fenómeno es perfectamente comprensible: los pensamientos se
propagan a través de ondas y formas y las condiciones de comunicación se
realizan de acuerdo con las afinidades vibratorias.
Los espíritus en el astral inferior quedan completamente ilusionados
sobre la realidad de la vida y en dependencia de ser despertados para ella. Y
ese despertar no es fácil, si tomamos en cuenta la influencia del ambiente
perturbador que los envuelve. Sin la lucidez indispensable al esclarecimiento del
embotado sentido del deber, permanecen en una situación inferior a la que
mantenían cuando encarnados, pues reducen, considerablemente, la posibilidad de
mejorar su estado espiritual.
Tal situación contribuye para que el espíritu se acomode en
el astral inferior por desconocer los males que le advienen de esa permanencia
en un medio de baja espiritualidad, con la circunstancia agravante de
almacenar, para rescate futuro, carga más o menos pesadas, conforme la
actividad a que se entregó en ese ambiente.
Cuando el ser humano no posee esclarecimiento con respecto
de la vida espiritual, son las cosas íntimamente relacionadas con la materia
que más lo influencian en los momentos que anteceden y suceden a la
desencarnación, de la cual comúnmente no se percibe. Esa influencia es aún
mayor cuando el espíritu vivió dominado por los vicios, con el pensamiento
dirigido para las ilusiones del mundo físico.
Algunos espíritus pasan, entonces, a actuar sobre las personas,
y esa actuación, cuando persistente, acaba por tornarse obsesiva. Es ese el
deseo que los lleva a permanecer en el astral inferior, en una ocupación
semejante a la que tuvieron como encarnados. Procuran ejercer esa actividad
donde encuentran seres con mediumnidad desarrollada y sin el conocimiento de
los recursos de defensa espiritual proporcionados por la disciplina
racionalista cristiana.
Los espíritus en estado de perturbación en la atmósfera
fluídica de la Tierra no pueden evitar las influencias deletéreas
perjudiciales, cualquiera sea el grado de evolución que hayan alcanzado.
En el astral inferior, los espíritus dan expansión a los
vicios que alimentaron en cuerpo humano. Así, si tienen voluntad de fumar, se
aproximan de las personas que están fumando y experimentan, por inducción, el
mismo placer que ellas sienten. De igual modo proceden con relación a los demás
deseos, de ahí concluyéndose que los seres poseedores de vicios pueden servir,
como instrumentos inconcientes, a la satisfacción de prácticas viciosas
alimentadas por los espíritus del astral inferior.
Todavía hay un punto a esclarecer: ni siempre los deseos
viciosos parten de las propias personas. Muchas veces son los obsesores
viciados que acompañándolas, despiertan en ellas el deseo y los intuyen para
saciarlos.
La gravedad de la asistencia de espíritus del astral
inferior no está solamente en que el ser humano quede supeditado a las malas
influencias intuitivas que resultan en desatinos, en resentimientos infundados,
en conflictos domésticos, en prevaricaciones e infidelidades, existe también el
riesgo de accidentes y desastres motivados por el estado de perturbación al que
someten a sus asistidos. A esos males, se acrecienta el debilitamiento del
sistema de autodefensa del organismo, pudiendo llevar a las personas a contraer
enfermedades o agravarlas.
La perversidad con que pueden accionar los espíritus del
astral inferior es casi ilimitada. Muchos y muchos infortunios son debidos a la
acción dañina de esos espíritus.
Como los espíritus del astral inferior no ignoran que todos
los seres poseen mediumnidad intuitiva, se aprovechan de ella para infundir en
sus mentes ideas absurdas y disparatadas. De ahí la razón de ciertas personas
tener manía de persecución, de ver las cosas siempre por el lado negativo, y otras
de suponerse que son víctimas de enfermedades diversas.
Cumple destacar – y es de mucha importancia – que ni todos
los males de que es víctima la humanidad son producidos por la acción de
espíritus del astral inferior. Cada ser humano posee tendencias, temperamento,
modo particular de sentir y ver las cosas, libre albedrío para tomar decisiones
e individualidad propia. A él cabe, por consiguiente, la responsabilidad
directa por los sucesos o fracasos que tuviere en la vida.
Si es verdad que los espíritus del astral inferior son
atraídos por pensamientos afines e intervienen en la vida de las personas
causando diversos males o agravando los ya existentes, no es menos verdad que
ellas pueden defenderse perfectamente de ellos con las poderosas armas del
pensamiento y de la voluntad.
En la Tierra ,
hay seres que gobiernan y otros que son gobernados. Antes de alcanzar sus
mundos de preparación, muchos de esos espíritus, cuando desencarnan, permanecen
en la atmósfera fluídica de la
Tierra conservando las mismas inclinaciones de mando y de
obediencia. Se forman, así, las falanges de espíritus obsesores, siempre
dirigidas por un jefe. Si él es perverso, también lo son sus seguidores, pues
lo que los une es, precisamente, la afinidad de sentimientos. Las falanges
formadas coordinan sus actividades perjudiciales con las de los individuos que
se entregan en el vivir terreno a las mismas prácticas.
La falanges que se disponen a colaborar en los más excedidos
actos de incivilidad asisten a los individuos más violentos y perversos, del
mismo modo que otras falanges, de instintos menos agresivos, asisten a los de
sentimientos idénticos, inclusive los que mercadean con la credulidad ajena.
La gran mayoría de los suicidios, de los casos de locura,
desavenencias, discusiones, agresiones, intrigas, tumultos, desórdenes,
conflictos y de las convulsiones motivadas por pasiones es incitada por el
astral inferior. Los espíritus que permanecen en ese ambiente están, en su
mayoría, envueltos en fluidos densos, impregnados de corrientes vibratorias
negativas con la corrupción, la mentira, envidia, ingratitud, hipocresía,
traición, falsedad, odio, celos y otros sentimientos equivalentes. Intentando
envolver a las personas incautas, accionan frecuentemente con astucia y
suavidad, falseando los más puros y nobles sentimientos y las más dulces y
melodiosas expresiones de amor al prójimo.
En el astral inferior no impera solamente la maldad. En el
mismo ambiente de almas desvirtuadas se encuentran otras que tuvieron intención
de ser buenas en vida física. No obstante, es bueno insistir que esos espíritus
poco pueden hacer de útil a la humanidad. La razón se comprende fácilmente: sus
mejores intenciones son neutralizadas por la acción fluídica del ambiente.
Solamente en el mundo relativo a la clase a que pertenecen, para donde tendrán
que seguir antes de volver a encarnar, es que los espíritus libres de toda
perturbación alcanzan plena lucidez.
No todos los
espíritus que desencarnan quedan en el astral inferior (atmósfera fluídica de la
Tierra), muchos ascienden inmediatamente a los mundos de su clase. Éstos son
los que supieron vivir espiritual y materialmente, los que vieron en el trabajo
honrado una de las serias razones de la vida.
Los seres que así viven, atraen frecuentemente, a las
Fuerzas Superiores, que los asisten, principalmente en el momento del
fallecimiento, auxiliando a sus espíritus a trasladarse para los mundos a que
pertenecen.
Dondequiera que se encuentre una persona a irradiar
pensamientos elevados, ahí está un polo de atracción, un instrumento de apoyo a
la acción de las Fuerzas Superiores para su obra de saneamiento del planeta;
con varios puntos de apoyo en la
Tierra , pues, sin tal apoyo, el trabajo sería muy difícil o
mismo imposible. Son ejemplo las casas racionalistas cristianas, donde se
forman corrientes fluídicas por las vibraciones del pensamiento de personas
esclarecidas con respecto a sus deberes espirituales. Para ello, conservan la
mente limpia y se mantienen en condiciones de reaccionar contra cualquier
influencia maléfica. Con el auxilio de esas corrientes, los espíritus del
Astral Superior penetran en la atmósfera fluídica de la Tierra , arrebatando
espíritus del astral inferior de toda índole.
Ya sabemos que el espíritu realiza su progreso encarnando en
este planeta, hasta alcanzar los mundos más diáfanos. De ahí en delante la
evolución se procesa en plano espiritual más elevado: el Astral Superior. Allí
no se conocen cansancio, indolencia o displicencia, ni se deja para después lo
que debe ser hecho en el momento exacto. La fatiga resulta de trabajos
materiales, que no alcanzan al espíritu. Entre muchos otros deberes, tienen los
espíritus del Astral Superior el de contribuir para el progreso de los seres
humanos, respetando el libre albedrío de cada uno.
El establecimiento de polos de atracción suficientemente
fuertes facilita la acción de los espíritus del Astral Superior en el planeta
Tierra. Para eso, además de los seres humanos esclarecidos que les sirven de
apoyo, cuentan con la colaboración de espíritus de mundos opacos que están a su
servicio. Esos espíritus deberían hacer su evolución encarnando, como
generalmente acontece. Pero fueron tantas las encarnaciones mal aprovechadas y
muchos los sufrimientos por el que pasaron por lo que optaron trabajar en plano
astral, sabiendo que es más lento el progreso espiritual. Siendo así pesa a su favor
el hecho de no tener pérdida de tiempo, como sucede en la Tierra , donde miles y miles
de personas se dejan dominar por las ilusiones de la vida material.
Los espíritus de los mundos opacos poseen cuerpos compuestos
de materia fluídica de relativa densidad y con ellos pueden fácilmente
trasladarse en la atmósfera fluídica de la Tierra, disciplinados rigurosamente
por el Astral Superior. Esa actividad es muy valiosa, ya que pueden penetrar en
cualquier ambiente, por peores que sean, colaborando así para que las Fuerzas
Superiores durante las reuniones públicas y de desdoblamiento en las Casas
racionalistas cristianas, puedan promover grandes limpiezas síquicas en la
atmósfera fluídica de la Tierra, arrebatando espíritus, algunos perversos
obsesores.
Aspectos engañosos de la vida material pueden aturdir al
espíritu, sólo cuando está encarnado o en el astral inferior. En su mundo de
preparación la vida real se presenta límpida, libre de todas las influencias e
ilusiones terrenas. En él los deberes tienen una sola interpretación, no
habiendo, por eso, sofismas, modos de ver, alternativas, situaciones dobles,
vacilaciones, dudas o incertidumbre. Deber asumido es deber cumplido.
En los mundos de preparación, los espíritus se preparan para
cumplir una nueva etapa en su proceso de crecimiento. Los que pertenecen a
determinado plano, están en el mismo nivel de desarrollo.
En la Tierra ,
que es un mundo escuela, se mezclan e interaccionan espíritus de diferentes
clases dando la posibilidad de auxiliar, confraternizar e intercambiar
conocimientos, proporcionando así una vasta gama de experiencias a los que
conviven en él. Esa desigualdad de valores representa un gran papel en el
proceso evolutivo de la humanidad. Recordamos al lector que es tan importante,
tan valiosa y necesaria, que hasta los miembros de una misma familia son,
generalmente, de grados diferentes de espiritualidad.
Racionalismo Cristiano |
Ningún detalle, ningún movimiento, ningún hecho referente a
las encarnaciones anteriores deja de ser objeto de análisis por parte del
espíritu. Por la acción vibratoria del pensamiento, él tiene grabado en la
materia fluídica, con la más absoluta fidelidad, todos los actos de cada
encarnación, desde su origen, y continúa grabándolos eternamente como si fuese
filmes cinematográficos, cuyas escenas pueden ser vistas en cualquier época y en
cualquier momento. Cuando retorna al mundo a que pertenece, el espíritu revé
toda la encarnación pasada. La examina, detenida y minuciosamente, verifica,
observa lo que realizó en las encarnaciones anteriores, analiza y estudia la
posición en que se encuentra, con el fin de establecer un nuevo plan para su
evolución.
Desencarnación del espíritu
Por Luiz de Mattos
Traducido al
español por Adelina González