Espacio - Por Luiz de Mattos

Por más que el ser humano de expansión a sus conocimientos, por más que los analice y profundice, no podrá penetrar en toda la extensión infinita del espacio. La mente, aunque avance hasta cierto punto, queda siempre sin alcanzar la meta extrema, que se encuentra bajo el dominio de valores absolutos.

Antes de llegar a cuestiones más profundas sobre la naturaleza del Universo, el ser humano necesita adquirir conocimientos imprescindibles para su evolución en la Tierra, esforzándose por aprender las innumerables lecciones que aún no asimiló y que preceden mucho a aquellas que envuelven las trascendentes concepciones del espíritu.

Referente al Espacio, lo que la inteligencia humana ya puede comprender, viene siendo revelado por la ciencia que reúne tales conocimientos.

El sistema solar, del cual hace parte la Tierra, se compone de un reducido número de planetas girando en torno al Sol.

El planeta Tierra, que sirve de escuela de perfeccionamiento para millones de espíritus en evolución, es, como incontable número de otros planetas, semejante a una partícula de polvo, en relación al espacio infinito. El modesto sistema solar pertenece a una gran familia estelar que se llama Galaxia.


Galaxia es una inmensa familia de sistemas solares que se cuentan por millones. Nuestro planeta hace parte de una galaxia denominada Vía Láctea, que tiene la forma aproximada de una lente biconvexa.

Es importante no perder de vista que existen galaxias incomparablemente mayores, como también hay soles en la galaxia a que pertenece el pequeño planeta en que vivimos, mucho más grande que nuestro Sol, a pesar de ser éste tan grande en relación a la Tierra, que llega a contener más de un millón de veces su volumen.

Los planetas y sus satélites no tienen luz propia. Ésta proviene de los rayos solares que en ellos resplandecen, como sucede con la Luna, en su parte iluminada, cuyo brillo resulta de la luz solar reflejada.

Las estrellas que brillan en el firmamento son soles y, por lo tanto, centros de sistemas solares. Hay sistemas solares más pequeños que el nuestro, como también existen otros mucho más grandes. Algunos son bastante complejos, con varios soles, y éstos, de colores diferentes, producen alteraciones de luz de diversas tonalidades, en combinaciones que remplazan con el ocultar y nacer de cada sol.

La luz emitida por los cuerpos solares no debe ser confundida con la luz astral, que es reflejo de la acción de La Fuerza sobre la Materia en sus dimensiones más sutiles. La oscuridad de la noche nada significa para el espíritu, pues éste observa a través de la luz astral, que penetra todos los cuerpos, hasta el más ínfimo lugar en el espacio. Día y noche tienen significado relacionado, únicamente, con la vida material.

Los movimientos de la Tierra en el espacio son varios. Entre ellos se destacan: el de rotación, alrededor de su propio eje; el de traslación, alrededor del Sol; otro que es realizado con todo el sistema solar, en torno del eje de la galaxia; y el que resulta de la traslación de la propia galaxia. Todos esos movimientos y velocidades están perfectamente conjugados.

La unidad de medida usada para evaluar las distancias astronómicas, es la distancia que recorre la luz en el espacio de un año, tomándose por base su velocidad, que es cerca de trescientos mil kilómetros por segundo. Con esa altísima velocidad, va de un polo al otro de la Tierra en una pequeña fracción de segundo. Ya la distancia del Sol a la Tierra es atravesada en ocho minutos, aproximadamente. Sin embargo, para atravesar la galaxia de nuestro sistema solar, de un extremo al otro más alejado, lleva miles de años.

La distancia de una galaxia a otra más próxima es de tal magnitud que ultrapasa la capacidad de apreciación de la mayoría de las personas. A pesar de eso, una galaxia, con sus millones de sistemas solares, no representa más que una insignificante isla en el océano, en comparación al espacio infinito, o, menos aún, que un punto en el Universo.

Esa relación de grandezas invita a meditar en la magnificencia del Universo y en la modestísima  participación de nuestro planeta en la composición del  Todo. Si la Tierra es de modesta composición, de igual modo sus habitantes; modestos en inteligencia, en saber, en nivel de espiritualidad.

Si todos viviesen compenetrados de esa realidad, no habría lugar para vanidades y presunciones que apenas reflejan un estado de desconocimiento espiritual por parte de los habitantes de la Tierra.

Para tener idea, aunque imprecisa, de cuantos millones de espíritus están en evolución en cada galaxia, basta tomar en cuenta los muchos sistemas solares, en que giran gran número de planetas.

Si en este mundo, que es de los pequeños, evolucionan millones de espíritus, lógicamente en otros planetas, proporcionalmente, ese número no puede ser menor.

La Inteligencia Universal tiene poder ilimitado, y de ella emana el pensamiento en su expresión máxima. Nada existe en el Universo sin razón de ser. Ninguna creación fue obra del acaso. La concepción de mundos como el nuestro corresponde a las exigencias de la evolución. La expresión “Creación” aquí empleado, indica transformación de la Materia por la acción de la Fuerza.

Así, en cada existencia en cuerpo humano, la partícula de la Fuerza Creadora, o sea el espíritu, promueve su evolución en este planeta hasta determinado límite. De ahí por delante prosigue en otro nivel, en que las condiciones síquicas y físicas obedecen a sistematización diferente.

No hay exageración en afirmar que una única partícula es tan importante como el propio Todo, porque éste no podría existir sin ella, ni ella sin él.

La obra de la naturaleza no contiene errores ni imperfecciones. Sus leyes son inmutables y los acontecimientos más sorprendentes que puedan ocurrir no pasan de una secuencia lógica del desarrollo de la propia vida, llena de acciones y reacciones, de causas y efectos, siempre en búsqueda del equilibrio final.

Así como los satélites, los planetas, los sistemas solares y las galaxias se mueven dentro de las leyes naturales, también los espíritus deben accionar y evolucionar en con dichas leyes.

El espacio está repleto de Fuerza y Materia. El equilibrio de las leyes naturales se revela tanto en el macro como en el microcosmo, tanto en lo inconmensurablemente grande como en lo inconmensurablemente pequeño. La vida se extiende ininterrumpidamente, con la manifestación de las más variadas vibraciones, mismo fuera del alcance visual del ser humano.

Para la Fuerza todas las grandezas convergen, porque está en toda parte y en cualquier tiempo. Espacio y tiempo, son dos relatividades inherentes a los medios físicos.

El espíritu, partícula de la Fuerza, a medida que evoluciona va tornándose conocedor de las cosas del espacio. Si en la Tierra, hay tanto para aprender, mucho más aún, en el Universo, donde el espacio ofrece campo de estudio. El Universo, representa la evolución en marcha. Las nociones de Espacio, Universo y Evolución, consideradas desde el punto de vista de la espiritualidad, se entrelazan unas a otras como eslabones de una misma cadena. Investigar el espacio es estudiar el Universo y reconocer la evolución.

Para la Inteligencia Universal existe, con respecto a espacio y tiempo, solamente una especie de presente eterno, idea que aún no puede ser bien comprendida en este mundo de grandes limitaciones.

Las velocidades, por más altas que sean, no pasan de expresiones relativas, igualmente subordinadas al medio físico, pues,  otros principios, otras leyes, rigen en el campo espiritual.

El espíritu – como Fuerza que es – puede hacerse presente, simultáneamente, tanto en un mundo como en otro, disponiendo para ello del campo imantado de Fuerza afín, dentro de su radio de acción.

Contemplando el Universo, en meditación sobre las inconmensurables grandezas del infinito, para investigar el sentido creador de vida y el poder ilimitado de la Inteligencia Universal, el ser humano se ha de concientizar de la larga trayectoria que tendrá que realizar en el camino de la evolución, si no estuviere demasiado dominado por las emociones terrenas.

Los grandes espíritus que vinieron a este mundo para auxiliar el progreso de la humanidad lo hicieron movidos por la acción conciente del deber; jamás para atender la voluntad de quien quiere que sea, y, mucho menos, de un supuesto ente protector.

En la esfera espiritual no hay padres ni hijos. Lo que si existe, en verdad, es una gran comunión de espíritus en una graduación evolutiva, en que todos, sin excepción, tienen origen común: la Fuerza Creadora o Inteligencia Universal.

En los mundos dispersos por el espacio, se encuentran, -usando números reducidos para facilitar la comprensión humana-, miles y miles de espíritus en cada plano de evolución.

Aquí mismo en la Tierra han encarnado, aunque raramente, espíritus de evolución superior al medio, para auxiliar a la humanidad a progresar, siendo que otros innúmeros, del mismo grado de evolución, desarrollan actividades espirituales en otras regiones del Universo.

Cuanto más adelantado el espíritu, tanto mayor la voluntad que siente de auxiliar a evolucionar al semejante. De ahí la razón de someterse, voluntariamente, al sacrificio de volver a mundos de la especie de éste, cuando la vida, en los planos correspondientes a su adelanto, aunque de trabajo constante, transcurre en un ambiente de incomparable bienestar común a todos.

Negar a espíritus superiores el mérito de haber conquistado la evolución espiritual a costa de grandes luchas, de mucho trabajo, de sufrimientos en múltiplas existencias, considerar los altos atributos que poseen al privilegio de supuesta descendencia ilustre o divina es error que cometen, además de desconocimiento de la vida espiritual.

¿Quién demuestra mayor valor: el líder que ascendió al puesto con esfuerzo y merecimiento propios, después de vencer todas las etapas que lo llevaron a la plenitud de la experiencia y del saber, o el que fue colocado en esa posición en base a jerarquía de antepasados?

Un número incontable de personas clasifica los espíritus de elevada sabiduría en la segunda posición. Para esas, el valor de admirables y evolucionados espíritus está más en sus orígenes de que en los propios méritos, cuando, en verdad, deben exclusivamente a sí mismos todo cuanto adquirieron y continúan a adquirir para aumentar, aún más, sus valiosos atributos espirituales.

Los espíritus, en el transcurrir del proceso evolutivo, se distribuyen en mundos de escolaridad y mundos de preparación. Los primeros son de naturaleza semejante a la del planeta Tierra. A ellos llegan espíritus de diferentes grados de adelanto, que encarnan para promover entre  sí el intercambio de conocimientos intelectuales, morales y espirituales.

La Tierra es un mundo de escolaridad en que los espíritus promueven su evolución en períodos que varían mucho de espíritu para espíritu, pero que se elevan siempre a miles de años.

Los mundos de preparación son aquellos de donde parten las partículas de la Fuerza Creadora para comenzar o dar continuidad al proceso evolutivo. Es para allí que retornan los espíritus al final de una encarnación.

De acuerdo con el grado de desarrollo, los espíritus hacen su evolución partiendo de los siguientes mundos de preparación.

·      •  Densos
·       • Opacos
·       • Intermedios
·       • Diáfanos
·       • Luz purísima

Cada mundo de preparación se subdivide en clases y cada clase abriga espíritus del mismo grado de adelanto. Mundos y clases son aquí mencionados, tal la importancia del asunto, para facilitar la comprensión del lector y darle un sistema de referencia, en las consideraciones sobre el proceso de perfeccionamiento espiritual.

Los espíritus que hacen su evolución en este planeta pertenecen a los mundos densos, opacos e intermedios. Después de alcanzaren los mundos diáfanos, sólo eventualmente algún espíritu retorna a la Tierra a encarnar, no por exigencia de su evolución, sino para auxiliar a la humanidad a levantarse espiritualmente, en una bella y espontánea manifestación de abnegación y desprendimiento. Miles de otros, de igual categoría, se dedican, principalmente por intermedio de las casas racionalistas cristianas, a auxiliar, en forma astral, el progreso de los habitantes de este planeta.

Cuando dejan la atmósfera fluídica de la Tierra, los espíritus retornan a los respectivos mundos de preparación, de donde ascienden, si hubo apreciable crecimiento espiritual, a las clases a que se hacen merecedores.

Para la ascensión de una clase a la siguiente no existen privilegios ni protecciones. El principio de justicia se fundamenta en las leyes evolutivas. Todos tienen que enfrentar idénticas dificultades y llegar al triunfo por el esfuerzo propio.

El mal aprovechamiento de una existencia resulta, inapelablemente, en la necesidad de repetirla, teniendo el espíritu que pasar por las mismas atribulaciones, hasta conseguir dominar los vicios y las debilidades, y recuperar el tiempo perdido.

Conforme se encuentra explicado en el Capítulo 9 de este libro, titulado “Desencarnación del espíritu”, cuando el espíritu está en el mundo de preparación que le es propio, tiene conocimiento de lo que pasa en los mundos de clases inferiores a la suya, pero ignora lo que ocurre en las superiores. Constatando, sin embargo, las enormes ventajas de la ascensión a clases de mayor evolución, queda bajo incontenible voluntad de subir en la escala evolutiva, a fin de alcanzar nuevos conocimientos y conquistar más amplios atributos espirituales.

El espíritu en el mundo correspondiente a su clase, planifica una nueva encarnación en la que quiere aprovechar al máximo; su mayor esperanza es no perder tiempo en la Tierra, no fracasar, no tornar inútil su venida al planeta.

Los espíritus de las primeras clases encarnan bajo orientación de otros mas evolucionados. Esos espíritus son como niños que precisan de quien los acompañe a la escuela.

En los mundos de escolaridad como la Tierra, las emociones hacen parte de la vida cotidiana. Esas emociones son experimentadas, indistintamente, por todos los habitantes. Cuando el espíritu se torna superior a las sensaciones de la pobreza y de la fortuna, que complementan el cuadro de las referidas emociones, ahí, si, el sentido de la vida espiritual comienza a despertar.

Todos precisan tomar conciencia de que, en el concierto universal, participan de un proceso de perfeccionamiento, con responsabilidades intransferibles y, por lo tanto, deben esforzarse para tener en cuenta sus atribuciones. Existe un deber que a todos alcanza igualmente: trabajar para evolucionar.

Miles de personas que viven en este planeta se sienten aprensivas por falta de una brújula orientadora, que es el esclarecimiento espiritual. Si no hubiese sido parcialmente desimantada la que trajeron para la civilización espíritus altamente evolucionados, entre ellos Jesús, con sus magníficas enseñanzas, otros miles de seres habrían, hace mucho, concluido su evolución en la Tierra y estarían ejerciendo sus actividades en otras regiones del espacio.

El Racionalismo Cristiano, a través de sus enseñanzas espiritualistas, ofrece a la humanidad una brújula orientadora para el conocimiento de la realidad sobre la vida espiritual.

Espacio
Por Luiz de Mattos
Traducido al español por Adelina González