Al alcanzar determinada fase
evolutiva, el espíritu siente necesidad de dar expansión a sus conocimientos,
de extender los horizontes de la inteligencia y fortalecer los principios
morales que fuere perfeccionando en cada existencia.
Pensar es raciocinar, es crear
imágenes, es concebir ideas, es construir para el presente y para el futuro. Es por el
pensamiento que la persona descubre, esclarece, resuelve los problemas de la
vida.
El espíritu imprime al
pensamiento la propia fuerza de que está dotado. El pensamiento, como el sonido y la luz, también hace
todo su trayecto en ondas vibratorias, quedando registrado a través de formas,
en el océano infinito de la materia fluídica de que está repleto el Universo y
que puede tornarse conocido de otros espíritus, desde el instante en que es
emitido. Todo el proceso evolutivo queda grabado en ese campo de materia
fluídica. De ahí, la imposibilidad de ser alterada la verdad en la vida
espiritual.
Los pensamientos anteceden a
las acciones. Así,
todo lo que es hecho, todos los actos dignos o indignos son el resultado de pensamientos también dignos o indignos.
“Quien mal hace, para sí lo hace”, dice, con sabiduría, un axioma popular.
Los pensamientos quedan
ligados a su fuente de origen, mientras permanece el sentimiento que los generó.
Crean
condiciones promotoras de salud o de enfermedad, de alegría o de tristeza, de
triunfo o de fracaso, de bien o de malestar.
Formando corrientes que se
cruzan en todas las direcciones, los pensamientos tienen como fuente
alimentadora a los propios seres humanos y a los espíritus desencarnados que
los emiten. Muchas
de esas corrientes son, además de enfermizas, muy avasalladoras. Con
frecuencia, llegan hasta ejercer un predominio acentuado sobre las benéficas,
por causa de la inferioridad de pensamientos y sentimientos en que está
saturada la atmósfera fluídica de la Tierra. Pensando mal, el ser humano no
sólo transmite, sino que también capta en la misma intensidad, quiera o no,
pensamientos afines, y sufre efectos de los pensamientos maléficos. Esas
corrientes producen los más serios daños como disturbios síquicos y físicos.
Por lo tanto, la educación y
el fortalecimiento de la voluntad tienen importancia fundamental en la acción
de gobernar los pensamientos. Aprendiendo a fortalecerse con sentimientos repletos
de valor, la persona creará en torno de sí una barrera fluídica de gran rigidez
que los pensamientos maléficos de los espíritus obsesores no tendrán fuerza
para quebrantar.
Temores e indecisiones
conducen al fracaso. Ánimo
resuelto para pensar y deliberar es condición que se impone. El pensamiento
racionalmente optimista debe prevalecer, siempre y siempre, porque, cuando
aliado a la acción, se constituye en una fuerza capaz de demoler los mas serios
obstáculos. Pensamientos de valor y coraje, de firmeza y decisión, atraen
vibraciones de otros pensamientos de formación idéntica, produciendo ambiente
de confianza capaz de conducir al suceso.
La persona jamás deberá
dejarse abatir. Un
revés nada más significa de que un incidente pasajero. Debe servir para llamar
la atención por algo que fue descuidado, o que le era desconocido. Muchas
veces, hasta llega serle útil. De cualquier modo, siempre habrá una experiencia
para recoger y una lección para guardar de cada fracaso que ocurre.
En la vida, nada sucede por
acaso. Todo
tiene su explicación, su razón de ser. Nadie puede aprender solamente con el
éxito, pues también se aprende, y mucho, con el fracaso. La felicidad, la salud
y el bienestar no serían tan deseados, si fuesen desconocidas la desgracia, la
enfermedad y la miseria.
Delante de esto, nadie debe
desalentarse. El lema
es presentir el mal para evitarlo, para combatirlo, para destruirlo, y concebir
el bien para conquistarlo, para atraerlo, para integrarlo en los hábitos y
costumbres de todos los días.
La buena conducta refleja la
acción soberana del buen pensamiento, que sobresale, por representar una fuerza
motriz de prodigiosa capacidad para superar obstáculos. Esa fuerza del
pensamiento varía con la educación de la voluntad. La voluntad débil anima el
pensamiento débil, y, la voluntad fuerte, el pensamiento vigoroso. No es pues
dando acogimiento a las vibraciones enfermizas de pesimismo, de desánimo, de
malquerer, de envidia, de ingratitud, de odio, de venganza, de perversidad y de
la indolencia que la persona se fortalece y resuelve sus problemas. Antes,
entorpece la mente y se arruina con esas vibraciones.
El pensamiento se cultiva, se
perfecciona y se fortalece por el poder conciente de la voluntad. Pensamientos
fuertes son claros, firmes y bien definidos. Con mayor facilidad se concretiza
un ideal cuando se sabe pensar firmemente y se pone en acción una voluntad
repleta de energía.
Saber concentrarse en
determinado asunto, dando alas a la imaginación con el propósito y el empeño de
estudiarlo bien, de descubrir todas sus graduaciones, toda la multiplicidad de
aspectos, todas las diferentes formas de interpretación, constituye ejercicio
de excepcional importancia para llegar al dominio absoluto del objeto de ese
estudio.
En todos los casos, sin
embargo, el estudioso necesita ejercer severo control sobre sí mismo, para no
colocar en la apreciación de los hechos, su simpatía, intereses egoístas, o la
influencia de presunción y del convencimiento de que se encuentre imbuido, pues
la falta de ese control, contribuye, invariablemente, para una visión deformada
de las cosas, y acaba por llevarlo a conclusiones falsas.
Para ser constructivo,
progresista, realizador y útil al Todo, el pensamiento precisa ser límpido,
cristalino y libre de los desvíos espirituales ocasionados por el vivir sin
método, por la egolatría y por la presupuesta infalibilidad de las opiniones
que conducen al fanatismo de las ideas fijas.
Es común
oír decir que la unión hace la fuerza. Nada más exacto, tanto en el sentido
espiritual como en lo material. La influencia del medio es de suma importancia
para el bienestar de la persona. Varios individuos de mala índole e inferior
educación, ligados unos a otros y a terceros por pensamientos afines, producen
vibraciones mucho más perniciosas de que las emitidas apenas por uno de ellos.
Por ese ejemplo, véase que
toda persona debe saber prepararse mentalmente, siempre que tuviere que
penetrar en cualquier mal ambiente. Esa preparación consiste en el pensamiento vibrado con
sabiduría, elevación, conciencia y confianza en sí mismo.
Por la atracción de las
Fuerzas Superiores, cuyo poder es infinito, el pensamiento emitido por persona
mentalmente sana y esclarecida, crece en vigor, en la medida de las necesidades
del momento, se amplía, se expande y supera cualquier corriente de pensamientos
inferiores.
La fuerza del pensamiento
tiene como medida el grado de evolución espiritual del ser humano, y, como límite,
la capacidad que éste posee de utilizar sus atributos espirituales. Deberá ser
siempre desarrollada con el objetivo de favorecer el bien común. Desde que el
ser se desarrolle en la conciencia de sí mismo y se identifique con sus
poderosas facultades latentes, encontrará en la fuerza del pensamiento el
instrumento seguro y eficaz para la realización de anhelos y aspiraciones, y la
protección de su salud física y mental.
La literatura médica registra
innumerables casos de enfermedades graves cuyas curas, consideradas por muchos
milagrosas, apenas se debieron a la acción espiritual de los propios enfermos y
la atracción que supieron ejercer de las Fuerzas Superiores.
La sublimación del pensamiento
traduce un estado de conciencia sensible a la evolución del espíritu y propicia
la conquista de la felicidad interior y del bienestar proporcionado por esa
felicidad.
La persona crea la imagen por
el pensamiento y, sólo después, la materializa para determinado fin. Véanse las
maravillas de la pintura universal. Obsérvese la riqueza, la grandiosidad de
las obras que consagraron e inmortalizaron tantos y tantos maestros de las
bellas artes, a través de los tiempos. Pues ninguna de ellas fue impresa en la
tela sin que el pintor la hubiese concebido mentalmente en todos sus detalles.
Lo mismo sucede con el
ingeniero. Antes
de diseñar el edificio, la máquina, los proyecta en sus mínimos pormenores. Con
el pensamiento en acción, primero idealiza el esbozo, después corrige las
posibles fallas, hasta que la imagen de lo que va exteriorizar y materializar
esté más o menos perfecta.
De toda obra humana, sin
excepción, el espíritu creó la imagen por la acción del pensamiento, y, sólo
después la materializó. Si así
ocurre en la Tierra, mucho más en el espacio superior, donde el poder del
pensamiento creador es incomparablemente mayor.
Evolución significa, por
encima de todo, Poder Creador. Cuanto más evolucionado fuere el espíritu, más
poderosos se tornan el pensamiento y la capacidad creadora.
Un espíritu en el inicio de la
trayectoria evolutiva, por más nefasta que sea su actividad, no puede
ultrapasar ciertos límites impuestos por la pobreza mental y del raciocinio de
que es dotado. Ya un
espíritu evolucionado, si fuese a utilizar los recursos de su inteligencia para
el mal, podría causar obra verdaderamente devastadora.
El pensamiento vigoroso emana
del espíritu fuerte, experimentado; en cada existencia bien aprovechada él
trabaja, concientemente, para mejorar, todavía más, su personalidad síquica. Es en la
secuencia de ese progreso que crecen el poder del pensamiento y la capacidad
concebir, de crear, de realizar obras, cada cual más importante.
Si esto
es posible en un mundo tan modesto, de tan reducida evolución espiritual como
el nuestro, imagínese el poder extraordinario de realización de los espíritus
altamente evolucionados, cuyas actividades son ejercidas en planos más
elevados.
El gran
repositorio de la sabiduría no está en la Tierra, sino en el espacio superior.
Los progresos de la moderna tecnología no serían aún conocidas, si muchos de
sus elementos no hubiesen sido transmitidos a los seres humanos por vía de la
intuición, vale decir, por la fuerza del pensamiento, delante de la cual todas
las distancias se anulan.
De las riquezas espirituales
que el ser perfecciona en este planeta, asume papel de excepcional relevancia
el pensamiento, de cuyo poder concentrado y englobante depende la racional
solución de todos los problemas de la vida.
Pensamiento
Por Luiz de Mattos
Traducido al español por Adelina
González