
Más densa junto a la periferia
del cuerpo, ella se diafaniza, gradualmente, de ahí para su propia periferia
externa. La
visión astral, cuando comienza a desenvolverse, apenas distingue la porción de
mayor densidad de la aureola. La observación mas profunda, sin embargo, es
solamente posible a los que poseen la videncia suficientemente perfeccionada.
La coloración de la aureola de
los cuerpos minerales se presenta, de cierto modo, constante. En los cuerpos
vegetales la vida ya demuestra acción evolutiva mas avanzada y variable. Las
plantas, en el vigor de la existencia, y las maderas, en su utilización
industrial, presentan aureolas diferentes que corresponden a la transformación
operada en éstas.
En los animales inferiores
aumenta la variación de los colores de la aureola, que se alternan de acuerdo
con sus condiciones de salud, el estado de calma o de irritabilidad, de coraje
o de temor, de buena o mala nutrición y, todavía, con la edad vigorosa o de
senectud.

No obstante parezca única, son
tres, en realidad, las aureolas humanas: la del espíritu, la del cuerpo
fluídico y la del cuerpo físico, cada una de las cuales correspondiendo a la
naturaleza del cuerpo de que emana.
La aureola del cuerpo físico,
que es la emanación de todas las partículas de la materia organizada en él
contenidas, puede ser observada durante el sueño sin la interferencia de las
otras dos, cuando el espíritu y el cuerpo fluídico de él se alejan.
Se verifica, entonces, ser
ella blanquecina y transparente (como constituida de hilos de cabellos
extendidos) si el cuerpo estuviere sano, y curvos y caídos, si estuviere
enfermo.

Los dos extremos opuestos, en
la gama de sentimientos alimentados por el espíritu, son identificados en la
aureola por los colores negro y blanco.
La blanca, límpida,
cristalina, sin manchas, exterioriza la forma mas alta del desenvolvimiento
espiritual. La
negra, los más bajos y animalizados sentimientos.
Entre las aureolas negra y blanca
existe, de un extremo al otro, inmensa variedad de colores, cada cual
definiendo un estado, una emoción, un sentimiento, imperfectos, ya se ve,
porque la meta a ser alcanzada es la perfección, traducida por el blanco.
La
visión física apenas puede distinguir los colores del espectro solar y sus
asociaciones. Existen, no obstante, innumerables otros que, aunque escapando a
los ojos físicos, hacen parte de la serie de los colores aureolares del
espíritu.
La aureola humana varía de
color, de acuerdo con el pensamiento de las criaturas. En estado de
calma y tranquilidad, ella se manifiesta por una coloración propia, reveladora
del grado de evolución del espíritu.
Con todo, esa evolución se
procesa con la eliminación progresiva de sentimientos inferiores, el color
aureolar, representa el estado de evolución, es compuesta de numerosos colores
combinados, cada uno significando la presencia de determinado sentimiento, emoción
o pasión.
En el orden evolutivo, cada
individuo bien intencionado procura despojarse de los defectos que van notando
en su propia personalidad, pero conserva los que se le escapan. Ese
procedimiento, asimismo, varía de persona para persona.
Unos, en cuanto procuran dar
combate a la vanidad, se olvidan de la avaricia; otros, esforzándose por
dominar la envidia, se dejan llevar por la lujuria, y así por delante.
De eso resulta modificarse de
individuo para individuo el color habitual propio de la Aureola. Y ese color
habitual o propio va cambiando, paulatinamente, a medida que el carácter va
mejorando.
Ella está sujeta, todavía, a
mutaciones repentinas y pasajeras. Basta dejarse el ser asaltar por una emoción
cualquiera, para que su aureola tome, inmediatamente, el color que esa emoción
traduce. Es que la emoción produce una vibración correspondiente, y esta,
dominando el campo de la aureola, se impone con su color propio, característico
y latente.
Los colores habituales de la
aureola definen, de un modo general, el carácter del individuo, al paso que los
colores pasajeros expresan las pasiones todavía no sopesadas y destruidas.
La
lectura de la aureola solo podrá ser hecha con exactitud por espíritus
evolucionados conocedores de toda la sutileza de la alternación y combinación
de colores, ya que en un mismo color cada tonalidad posee una expresión o
significado particular, y cada combinación de dos o más colores o tonalidades
exige nuevas definiciones.

Muy sin embargo esté la
aureola oculta, en parte, la visión humana, precisa la criatura habituarse a
ser honesta, leal, verdadera, no por miedo de que los otros descubran la
inferioridad de su personalidad interior, pero por deber de conciencia, por
dignidad propia, por el respeto que debe a sí misma y por el esclarecimiento
relacionado con la vida.
Sólo así el carácter del ser
humano se lapida, se pule, se perfecciona, se cristaliza, sobre condiciones
estructurales indestructibles, de manera que, en cualquier situación, las
actitudes que practica revelen siempre la alta cualidad de sus atributos
morales.
La Aureola
Por Luiz de Mattos
Fuente:
Libro "Racionalismo Cristiano"
Traducido al español por Adelina
González